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La situación del coronavirus en América Latina

Traducido por Joshua Gregor

Este artículo se publicó originalmente en Forbes.com.

Hasta ahora el coronavirus ha causado menos caos en América Latina que en Europa y los Estados Unidos. Pero incluso si el calor del verano ayuda a erradicar el virus en el hemisferio norte, será casi imposible que el movimiento de personas entre Norteamérica y Sudamérica vuelva a la normalidad si los países latinoamericanos no logran detener el virus. La incertidumbre más grande en Norteamérica es lo qué pasará en México.

El calor no es el único factor que afecta la propagación del coronavirus, pero la esperanza es que el calor y la humedad en los próximos meses crearán condiciones más favorables en gran parte de Estados Unidos. Lo opuesto ocurrirá en el sur de Sud América donde se acerca el invierno más frío. Los ciudadanos de otros países en el hemisferio sur afrontarán un problema similar, pero hay mucho más tránsito de personas entre Norteamérica y América Latina que entre Norteamérica y África, Australia o Nueva Zelandia. Casi con seguridad, varias restricciones de viaje en las Américas permanecerán vigentes hasta el año que viene.

América Latina, por el momento, va mejor que los Estados Unidos: en la región en su conjunto el número de casos confirmados es sólo el 15% del de los EEUU, y las muertes sólo 12% de las que ha tenido el gran país del norte. La tasa de mortalidad es un poco más baja que en los EEUU: 4,9% versus 5,4%. Sólo en Nueva York hay más casos que en toda América Latina, y con el doble del número de muertes.

Pero los números de estas estadísticas (convenientemente compiladas por Worldometers) quizá no cuenten toda la historia. Los datos de Worldometers muestran también que América Latina está muy atrasada con respecto a las pruebas del virus. En los Estados Unidos se han realizado diez veces más pruebas por millón de población que en Brasil, y treinta veces más que en México. Es probable que muchas infecciones, sobre todo las que no presentan síntomas, permanezcan desconocidas durante varios meses.

La semana pasada el Center for a Secure Free Society, que está monitoreando la respuesta de América Latina a la crisis, publicó un informe que declara que tienen poca confianza en los datos presentados por Nicaragua, Surinam y Venezuela. A mí me sorprendió que Cuba no se encontraba en la lista de los países que presentan informaciones dudosas. En el momento del informe indicaban más de 1300 casos confirmados y 40 muertes (al día de hoy 1467 casos y 58 muertes). Joseph Humire, el director del Centro, me dice, “Hasta donde sabemos no hay irregularidades [en los datos de Cuba], dado que tienen un poco más de 1000 casos confirmados, que corresponde con los demás países del Caribe y es más alto que en la mayoría de los países de Centroamérica”. Y añade, “Definitivamente no confío en el régimen cubano, pero una razón por la que podrían estar tratando de informar en forma bastante precisa es para legitimar sus misiones médicas y doctores en todo el mundo. Así que esto podría ser parte de una jugada más amplia de La Habana y el régimen”.

Como escribí hace un poco más de un mes, los presidentes de los dos países más grandes de América Latina – Jair Bolsonaro de Brasil y Andrés Manuel López Obrador de México (AMLO) – fueron y son blanco de críticas de todo el mundo a causa de su respuesta aparentemente indiferente al virus. Aunque los números de casos confirmados y muertes han estado creciendo en ambos países, siguen a niveles mucho más bajos que en los Estados Unidos y Europa – aunque como he mencionado, la falta de pruebas podría ocultar números reales más altos. En todo caso, los dos presidentes siguen desafiando a los críticos externos e internos.

Recientemente el gobierno mexicano ha comenzado a actuar más agresivamente. Dados los problemas de integridad judicial y el amiguismo que afectan el país (recibe una calificación lamentable de 29 sobre 100 en el más reciente Índice de Percepciones de Corrupción de Transparency International), algunos temen que las nuevas restricciones serán un instrumento para que el gobierno y los burócratas “negocien” exenciones para ventajas políticas o económicas. Pero las restricciones han creado problemas e incertidumbres también para los Estados Unidos. Hace unos días la Asociación Nacional de Manufactureros mandó una carta al presidente de México que expresa sus preocupaciones profundas “sobre los decretos de emergencia de salud emitidos por el Ministerio de Salud de México y por los gobiernos de los estados, que han dado como resultado el cierre forzado o amenazado de nuestras instalaciones esenciales de fabricación y las de nuestros proveedores, que pone en peligro nuestra capacidad de proveer suministros cruciales y productos esenciales a los ciudadanos de México y Norteamérica.”

La carta fue firmada por los directores ejecutivos de más de 300 empresas que operan en Estados Unidos. Afirman que en este momento crítico están “trabajando con urgencia para dar a nuestros profesionales médicos, y a otros que trabajan en la primera línea contra el COVID-19, los recursos que necesitan” para salvar y proteger las vidas, y que “sin embrago, el cierre de nuestras instalaciones y las de nuestros proveedores en México amenaza con socavar ese esfuerzo”. Instan al gobierno mexicano a que “en la medida de lo posible, reconocer como base y reciprocar, para determinar si una empresa sea designado como esencial y crucial, las indicaciones emitidas por la Agencia de Ciber-seguridad y Seguridad de Infraestructura (CISA) del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos”. Los Estados Unidos y México han acordado también una extensión de 30 días de las restricciones de viaje no esencial. Es una buena señal que las decisiones que implican a México y Canadá, dos socios comerciales clave de los EEUU, se discutan y decidan en común acuerdo con las autoridades de esos países.

En Brasil los debates sobre el coronavirus se realizan en un ambiente en que las divisiones políticas entre aliados y enemigos de la administración de Jair Bolsonaro amenazan con derribar al gobierno. El debate sobre la hidroxicloroquina como tratamiento potencial se hizo un punto focal aún más que en los Estados Unidos. Bolsonaro ha hablado con aprobación de la medicina – muy similar a lo que pasó en los Estados Unidos – y por eso los medios de comunicación y la oposición política lo han criticado.

Un artículo recientemente publicado en el sitio web de Instituto Millenium, un think tank brasileño, trata de la idea de utilizar nuevas tecnologías para monitorizar a ciudadanos para evitar la difusión del virus en el país. “En Brasil, el tema entró en la agenda política después de que el gobierno de São Paulo, liderado por João Dória, anunció que utilizaría datos de operadores de teléfonos celulares para rastrear los movimientos de los ciudadanos. Sin embargo el presidente Jair Bolsonaro vetó la iniciativa, citando los riesgos de privacidad.”

Para realizar el monitoreo con menos riesgos de privacidad, una empresa de arranque brasileña llamada Blockforce busca aumentar el uso de la tecnología blockchain  para seguir los movimientos de personas. André Salem Alégo, el creador de la plataforma, quiere expandir la base de datos de las personas que acuerdan compartir su locación y datos de salud de una manera que proteja su anonimidad.

En el mes pasado, los casos en Brasil se han multiplicado cien veces, y el número de casos confirmados en América Latina se duplica cada dos semanas. La crisis está golpeando a América Latina, y a Brasil y México en particular, en un momento de estancamiento económico. Con sus políticas a favor del mercado libre, Brasil se estaba recuperando. México iba en caída. La combinación única de populismo izquierdista y austeridad fiscal de AMLO ha creado mucha incertidumbre, pero su control del gobierno parece mucho más seguro que el de Bolsonaro, especialmente después de la crisis desatada por la renuncia de Sergio Moro.

Ambos presidentes son reacios a infligir daños adicionales a la economía. Ambos pueden ver cómo otros países han reaccionado y los costos económicos concomitantes. En evitar el cierre de la gran parte de sus economías, Brasil y México parecen seguir el ejemplo de Suecia, cuya economía también crecía muy lentamente en 2019 (un poco más de 1%). El número de las muertes per cápita debidas al COVID-19 es mucho más alta en Suecia que en Brasil o México, pero no crece tan rápidamente como muchos de los promotores de los cierres pronosticaban.

Debemos esperar que todos los países tengan éxito en detener la propagación del virus. Pero parece claro que la incertidumbre permanecerá y que tendremos que esperar hasta principios de 2021 para emitir juicios con mayor claridad. En mi pronóstico económico para 2020 también en Forbes.com, enfaticé la incertidumbre que tendríamos en el 2020. Dejé espacio, como normal, para un factor imprevisto, sobre todo en el área de la seguridad nacional. No preví (y asumo que nadie previó) que 2020 sería el año de la pandemia.

Los meses que vienen serán muy difíciles para todos los países de los Américas. Cuanto más pronto los líderes de la sociedad civil y política de América Latina se vuelvan más realistas y menos ideológicos al afrontar los escenarios variables presentados por la propagación del virus, más pronto podremos predecir resultados optimistas para la región. Si al inicio de este año pensaba que era el año de la incertidumbre, ahora creo que afrontamos una ultra-incertidumbre. Pero dado que ningún grupo ideológico saldrá ileso de esta situación, es posible que los líderes de las tres economías más grandes de las Américas – Donald Trump, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador – puedan mantenerse en el poder y comiencen a colaborar mejor entre sí. Una posibilidad optimista para algunos y pesimista para otros.

Alejandro A. Chafuen

was president and CEO of Atlas Network from 1991-2018 and is president and founder of the Hispanic American Center of Economic Research. A graduate of Grove City College and the Argentine Catholic University, Buenos Aires, he also holds a Ph.D. in economics from International College, California. He is a frequent commentator on economics, security, and strategic threats in Latin America, as well as on the relationship between economics and ethics. As well as publishing articles in newspapers ranging from the Wall St Journal to La Nacion, he is also the author of Faith and Liberty, which has been published in several languages and in different editions in Spain, Poland and Italy. He is one of the world's leading commentators on the economic thought of Thomistic and Late-Scholastic thinkers. He is also a member of the advisory board of the Social Affairs Unit (U.K.) and since 1980, a member of the Mont Pèlerin Society.